A raíz del éxito de Casa de Muñecas y de Espectros la mayoría
biempensante de la sociedad europea se levantó en armas contra Ibsen, a causa
de lo avanzado de las ideas vertidas en ambas. El extraordinario autor nórdico no
se amilanó, sino que decidió hacer frente a quienes, valiéndose de su posición
mayoritaria, trataban con su airado griterío de acallar su voz. Para ello escribió Un
Enemigo del Pueblo, levantando con motivo de su publicación y estreno un
escándalo de dimensión aún mayores que los anteriormente provocados por sus
adversarios. La algarabía que se organizó fue mayúscula, sólo que esta vez la
indignación cundió también entre las filas del otro lado del espectro ideológico.

Y es que a nadie dejó indiferente la historia del doctor Stockmann, un
hombre de ciencia que, en su intento de hacer público el descubrimiento de la
contaminación de las aguas del balneario que constituye la única fuente de
ingresos de su localidad, proclama la preeminencia de la razón científica sobre la
política, enfrentándose, a pesar de su posición minoritaria, a la mayoría de sus
conciudadanos.

Dolido ante la airada reacción de los sindicatos, el indómito autor
noruego, aun habiendo reconocido con anterioridad sentirse plenamente
identificado con el protagonista de su obra, admitió haber ido más allá de lo que
hubiese deseado.

Si así lo hizo, será porque así lo sentía, y no le dio importancia a
desdecirse de alguna de las afirmaciones más o menos extremistas contenidas en
su texto. Razón tuvo. Porque no es la radicalidad del pensamiento de su
protagonista la que ha mantenido vivo el interés del público por Un Enemigo del
Pueblo. Es la perfecta descripción que hace su autor de los mecanismos de que
en su época se valían, y aún hoy se valen, los diversos poderes que interactúan
en una sociedad democrática -políticos, empresariales, económicos, gremiales,
financieros o mediáticos-, para dominar al pueblo, cuando sus intereses
particulares confluyen frente al interés general, lo que le confiere plena
actualidad, a pesar de los más de ciento treinta años transcurridos desde que
fuera escrita.

                                                                                                                                          Joaquín Vida